Os voy a presentar a Valeria, una meiga de mucho cuidado, que nos salió al paso caminando para Santiago, prepara la queimada mientras conxura a los asistentes al acto, escribe, recita y hace unas empanadas que levitan a los santos.
Valeria nos regala el regalo del ultimo dia caminado por Euskadi mientras prepara las entradas en su blog de todos los caminos andados.
Atentos a Lume Lumiña donde podremos compartir con Valeria y sus amigos el camino de Santiago.
¡¡¡Que dificil es despedirse del Camino!!!
Me cuesta caminar el último día y me cuesta escribir la última crónica (de
hecho aún tengo en la carpeta de borradores de mi correo la última crónica del
Camino del año pasado, que fuera Astorga-Santiago de Compostela. Llegar a
Santiago... siempre es mucho más intenso que cualquier otra despedida), pero
este Camino me ha dejado más sensación de regalo inesperado que de pérdida, así
que hasta tengo la buenísima intención de, tan pronto termine con este escrito,
y aprovechando que ya he ido haciendo un hueco en los tiempos del día a día,
ponerme con ese borrador, al que simplemente le pondré un final porque a estas
alturas, lo no escrito en el borrador, no creo que lo retome de la memoria.
Contaba el otro día la escasa entidad del Camino de Santiago como único y
exclusivo al paso por el Pais Vasco, pero no quería dejar sin reseñar el
detalle de que aparte de ser una ruta más, diría que es una ruta semi-privada
(no se si igual o distinto que las otras pues es la única que conozco), y es
que fué una pena no tener una foto de la cara que se nos quedó cuando llegamos
a la primera cerca. El Camino perfectamente indicado se apartaba de un camino
que subía y nos señalaba una cerca, tal cual, cerrada y con una finca detrás,
aunque se intuía perfectamente por donde ir. Vuelta atrás a comprobar las
señales, vuelta adelante a mirar si había alguna torre vigía para disparar tan pronto
abriésemos el cerrojo, y la cara de desconcierto tenía que ser de lo más
divertido. Podían allí poner una cámara oculta que seguro que daba para un buen
programa semanal. Abrimos cerca, cerramos cerca, caminamos como 500 metros y
allí estaba la otra cerca, y una nueva señal del Camino, lo que nos indicaba
que habíamos hecho bien. Pero al rato, otra cerca, y otra... y abre cerca,
cierra cerca... abre cerca.. cierra cerca... y luego ya más en el monte, las
cercas ya no eran tan robustas, eran de estas que son una maya metálica y
cuatro palos, enganchados con un alambre, y entonces la cosa se complicaba:
abre cerca... cuidado con la cerca, ¡¡¡¡aaaaaaalaaaa!!!! se cae la cerca...
AGÁCHATE a coger la cerca (no olvidemos la joroba mochilera), intenta volver a
cerrar la cerca... y ya al día siguiente: "bueno... como detrás vienen
Blanca y Manolo... ya la cierran ellos!!!" (esto es una confesión en toda
regla... ¡¡¡lo siento Blanca y Manolo!!!!... pero eran demasiadas cercas para
la buena voluntad de un peregrino errante... y ellos venían así que les
ahorrábamos lo de abrir la cerca....). Ya en la provincia de Bilbao, la cerca
de monte era sustituída por un paso anti-ganado. Es una construcción como un
pasillo de madera que va primero a un lado y gira 180 grados al otro, bastante
estrecho de forma que las vacas o caballos no dan girado y no pueden pasar,
pero las personas sí. Las personas con mochilas y las personas con un tipo no
vasco (alto y delgado), pasar pasan... pero el susto y el apuro no se lo quita
nadie. Ves el pasillo y el giro así de lejos te invita a la oración
"señor...señor... por favor... que no quede encajonada...!!!". Muy
místico y apropiado.
Al llegar a Markina nos dijo un señor al vernos tan cansados que a partir
de allí el Camino se suavizaba y era mucho más fácil. Nos pareció más un guiño
amable que una observación real. A la mañana siguiente, al salir hacia Gernika
(la mañana que llovía, pero me olvidé de anotarlo el otro día), dejamos la
carretera y cogemos un camino que subía endiabladamente, como todos los demás.
A nuestra izquierda, un prado enorme y precioso con un impresionante toro
bígamo. Digo bígamo porque había dos vacas y cuatro terneros, con lo que el
señor toro generó algunas envidias entre los hombres del grupo, admirando a la
sabia naturaleza. Incluso hicieron alguna foto. Cogimos aire para empezar con
la cuesta y ¡¡¡sorpresa!!! cinco impresionantes flechas amarillas en el suelo
indicaban que nos salvábamos de la cuesta. Había que torcer a la izquierda y
ABRIR LA CERCA y cruzar el hermoso prado con la armoniosa familia bígama. ¡¡¡No
me lo podía creer!!!. Ya estaba yo encendida y con mi "ahhh no... por ahí
no paso. Primero cabra macho... ahora toro... ¿donde tendrán al
tiranosaurios... en la próxima curva???". Y menos mal que venía Antonio y
Antón, que si no... no pasaba. Después de un buen rato de diálogo sobre las
bondades y equilibrio emocional de un toro tan feliz, y ya con la cerca abierta
invitándome a pasar rapidito, que una cosa era pasar y otra llamar la atención,
nuestro técnico agrónomo me aconsejo amablemente que cerrara el llamativo
paraguas rojo que llevaba, no por nada, pero claro... lo rojo, mejor no
exhibirlo. ¡¡¡Sin comentarios!!!. Prefería la cuesta diez veces antes que
aquella llanura tan "ideal".
Nos pasó varias veces a lo largo del día. Empezaba una cuesta grande, o
había un cruce con varias opciones y por "domesticación" ya íbamos
derechos a la cuesta suicida, y es cierto que a partir de ese día, la opción
correcta era siempre la más amable. No fácil, no nos engañemos, simplemente la
más amable. Comentamos, entre risa y asombro el proceso intenso de
domesticación de los primeros días y de lo maleables que son las voluntades
humanas. Nuestra resistencia a la cuesta se había desmoronado de una manera
asombrosa; no protestábamos y nos costaba creer que había más caminos que el
más difícil, y que además, ese era el que nos tocaba en ese momento, cuando en
los primeros días, cada cuesta iba precedida de tal repertorio de improperios,
peroratas, discursos, maldiciones que sólo con eso ya se podría escribir un
libro. Es un poco lo que pasa a veces con la vida. Te acostumbras a que todo
esté mal y parece que nunca va a ser posible que las cosas vayan mejor (y
cuando estan bien, no se porqué cuesta tanto verlo y disfrutarlo). Una de las
cualidades que encuentro yo en el Camino es que es un buen observatorio o
colocador de las cosas. Te levantas, caminas, pasan cosas, y llegas. Te pudo
costar más, te pudo gustar menos, pero cada día tiene su principio y su fín, y
si llegaste, pues bien, y si quedaste cinco kilómetros antes, pues también. Es
una perspectiva tan básica, que no puedes evitar extrapolarla a tu vida, y
entonces los problemas de a diario parece que van asentando en su justa medida,
y lo malo no parece tan malo, y lo bueno, parece mejor. Es difícil de explicar,
pero en lo básico está la clave de lo complicado, y muy pocas veces podemos
permitirnos el lujo de ser tan básicos en nuestra vida, porque no tengo ninguna
duda de que es un lujo. Hay gente que tiene vidas muy duras, muy cuesta arriba,
pero a veces, quizás sólo a veces, es posible girar en lo llano, desafiar un
poco a nuestros miedos y simplemente coger el camino más fácil. Esto es una
inspiración del toro bígamo, lo que pudiera ser utilizado por los hombres para
fines bien distintos de lo que yo intento explicar realmente, y que me queda la
sensación de no ser capaz. A veces las palabras no son capaces de llegar a lo
que aún no podemos entender porque solo lo rozas así como una intuición.
La etapa de Gernika a Bilbao, la última, la caminamos el domingo. La salida
de Gernika pasó delante del mural de Picasso que adorna la ciudad, y con la
búsqueda del árbol como cita ineludible. Imagino que todo el mundo lo sabe (yo
no), pero el árbol ya murió. Sólo queda el tronco, que no vamos a ponernos con
comparaciones... pero a ese árbol le quedaba mucha vida. Al tronco le han
colocado en un templete circular de columnas alrededor, muy griego el templete,
y muy "periquito" el pobre árbol. Un árbol tan digno se merecería algo
más rústico, pero nada... no vaya a decirse aquí que hay más pelusillas. Dicen
que tiene un hijo, pero pocas veces se ha sabido de hijos que hicieran honor a
grandes padres, así que ni me preocupé de saber cual era de aquellos otros
muchos por allí plantados. Para eso estaban los cien chinos que a las OCHO de
la mañana ya habían disparado mil fotos al famoso templete y a la pobre anciana
que allí al lado regaba unos geranios.
Cuanto presta dejar atrás las poblaciones!!!!. Otra etapa amable, sólo
amenazada por el ruido de un cercano rally con el que nos temíamos cruzar a
cada curva, una buena comida en un sitio de cuyo nombre no puedo acordarme y
luego la fiesta al llegar al cartel de "Lezama", porque llegar,
siempre es una alegría. Allí cojimos un tren que nos llevó a Bilbao y de allí
el metro a Deusto, donde teníamos nuestro albergue. Teníamos planeada una
espectacular cena de despedida, con chuletón de no se cuantos kilogramos por
cabeza, y llamamos para reservar en la "Casa Vasca", que Antonio
conocía de otras veces. Pero.... era domingo. Cerraba la Casa Vasca y la de
todos los demás negocios del distrito. Hay en la zona como dos calles, una más
de restaurantes de entidad y la otra más de pinchos, mesones y taperías. Nos
fuimos a la primera y allí los locales abiertos estaban, pero como cafetería,
el domingo por la noche no abren cocina (Y eso con las cartas expuestas, y las
cualidades, peso y precio de los chuletones!!! Se nos caían los ojos!!!), nos
recomendaron que fueramos a la calle de abajo, pues de los cinco o seis que
preguntamos, ninguno daba cenas un domingo por la noche. Al llegar a la calle
de abajo y preguntar en el primer mesón nos dijo amablemente que cerraba
cocina... pero que fuéramos a la calle de arriba que allí seguro nos daban de cenar.
¿Cuánto tiempo llevarán sin hablar los de la calle de arriba con los de la
calle de abajo???. ¿Sería por el Fairy??? ¿Sería por la cuestión de la
independiencia??. El caso es que no hablan, y ninguno de TODOS los locales
abría la cocina el domingo por la noche. Yo sinceramente creo que es que no
procedía cena de despedida a lo grande, porque no había nada que celebrar en
despedirnos, así que ya hablamos que para la próxima vez, quedaremos en Bilbao
un NO DOMINGO, para celebrar una cena de reencuentro. No confío yo mucho que
vayan a hablarse la calle de arriba y la de abajo con elecciones de por medio
en el próximo año. Menos mal que quedaba un islote asturianu y una Mac-sidrería
nos salvó la noche. Había que ir a pedir como en el Macdonals, y tenía todo a
lo grande y de buen precio, pero el sitio era enorme y ruidoso y no se prestaba
a comodidades ni a relajaciones. Nos fuimos a tomar unos chupitos a una
terracita y allí sí ya estábamos más a nuestro aire, aunque de celebración, lo
que se dice de celebración, aquello no daba el pego. Como Mariló y yo queríamos
ir hasta el Guggengeim, fuese la hora que fuese, porque al día siguiente nos
íbamos a las nueve de la mañana (el grupo catalán salía a las tres de la tarde
y tendrían toda la mañana), y cerraba la terraza, a las doce ya teníamos la
despedida finiquitada. O media finiquitada, porque se empeñaron TODOS en venir
a despedirnos a la estación de Bilbao-Abando, que así se llama, porque hay dos.
Según el mapa estaba bastante cerca del albergue, y salimos bastante pronto -a
las ocho en punto para coger el tren a las nueve y cuarto-, pero la carrera de
Lopez de Haro no quiero recordarla, solo que sepais que existió. Vuelvo al
paseo nocturno, mucho más sosegado y digno de mención. Antonio nos acompañó con
toda su paciencia, caballerosidad y buen hacer (y es siempre un buen hacer
exquisito), así que la ría hasta parecía ría, el puente peatonal un inmenso
decorado para deliciosas fotos, el paseo peatonal un exclusivo paseo reservado
solo para tres, el Guggengeim parecía el Guggengeim y ya le llegaba bien
(¡¡¡que impresionante es este edificio!!! Me quedaron ganas de verlo al
amanecer, al atardecer, a mediodía, con nieve, con lluvia, por dentro...) y el
Puente que hay al lado y es el de los Reyes o el Principe o alguien de la
familia real, nos parecía el de Calatrava porque parecía que tenía una C... -de
Calatrava, claro.. así de lejos!!!-. En fin... Bilbao podría no gustarme, pero
me ha encantado.
Y este Camino tan regalado también, aunque en este caso no cabía la posiblidad
de que fuese de otra forma.
111 Km (puede que 110 o 120, pues al final vas y vienes y la guía pone una
cosa y los letreros otra, pero me pareció que 111 quedaba perfecto), mi Mariló
a mi lado, los ad/ñorados compañeros de viaje y los nuevos caminantes ya
tatuados en nuestra alma paso a paso (a partir de ahora ad/ñorados también),
las historias y la posibilidad de contarlas, la ocasión de vivir esta
experiencia.... Todo es una buena disculpa para que cuando me pregunten ¿y tu
porque siempre estás tan contenta?? me encoja de hombros y diga sin más:
¡¡¡porque síííí!!!. Y es que tengo en la mochila felicidad al menos para un
año.