Aun suenan los ecos tropezándose en todas las cosas que han quedado fuera de lugar, la mesa llena de pinceles sucios y el cartón que puse para protegerla es un paisaje colorido, las risas han quedado sostenidas de las ramas de los árboles y los lloros como hojas secas van de un lado a otro del jardín revoloteando, aun resuenan en mis oídos los chapuzones y parece que mirando el patio me salpican las risas de los niños, pero ya no están, ya no puedo perseguirlos con mis absurdas manías de pretender que dejen toda la ropa en un sitio, para que dejarla así si hay tanto espacio. Miro la cabaña que construimos junto al ciruelo, hecha con cañas de las tomateras y cubierta de madreselva y racimos negros de los que picoteaban como pájaros mientras la hacíamos , las ramas del ciruelo bajas han quedado huérfanas de fruta toda se la comieron estos niños es natural las ciruelas les venían a la altura de la boca y como no morderlas si son tan tentadoras. La mesa llena de cáscaras de almendra y el gato agotado de caricias descansa aburrido a la sombra del granado y el perro triste por su ausencia, pasa hasta de espantarse las moscas que corren por su hocico , ambos artos de tantas chuchearías y cómplices en hacer desaparecer esa comida que se hace eterna en los platos y que si no fuera por los perros y los gatos, daría lugar a algún enfado. Los suelos llenos de juguetes, toda la casa parece haber sufrido un vendaval si no fuera por esos ecos que aun se tropiezan en todas las cosas y que reverberan risas en mis oídos, diría que es un desierto hoy esta casa cuando se han marchado los niños.

Sant Pol de Mar, 13 de agosto de 2009

Esteban Mediterráneo. Comparte tu opinión en mi blog.http://estebanmeditrraneo.blogspot.com/

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