Como cada año al filo mismo de la primavera cuando alarga el día
me conmueve tocar la tierra, esponjarla y darle forma a los surcos para
reforestarla como si fuera un ritual de iniciación sobre la piel que espera ser
fecundada.
Recuerdo a mi padre cuando introduzco las manos en la tierra
húmeda, es como si pudiera verlo hacer lo que ahora hago., cuando era una
niño, me veo junto a él en su huerto
, mientras el sembraba, yo jugaba metiendo los escarabajos de las patateras
en una cajita de cerillas y me viene ese olor tan particular de esos insectos.
Recuerdo también cuando él era ya mayor y su máxima ilusión era venir a mi casa
donde le había preparado un trocito de tierra que el cuidaba con mimo, yo
colaboraba con él, estaba a sus órdenes, trae, quita, pon, dame. Sus mañanas
eran felices cuidando la tierra mientras que mis hijos, sus nietos se dejaban
ver de tanto en tanto y mi madre nos observaba a los dos ( controlándonos ).
Cuando el cuidaba su huertecito aunque lo hiciera por necesidad
eran tiempos difíciles los de la posguerra, creo que el debería pensar en su
padre y en su abuelo, como lo hago yo cuando mis dedos aprietan las pequeñas
plantas en la tierra perfumada. Mi hija sigue la tradición de alguna manera,
siempre dejo algunas plantitas para que las pongan ellos en la tierra.
Me conmueve pensar que un día cuando ellos lo hagan pensarán en
mi.
Sant Pol de Mar 31 de marzo de 2013
Esteban Mediterraneo