Es difícil asomarse al
atardecer sobre el balcón de los acantilados y mirar cómo se oculta el sol sobre Sant Pol de
Mar pensando que ha habido antes otros atardeceres parecidos a este, cada
atardecer es único e irrepetible aunque pueda parecer que antes los he visto iguales no puedo recordar otros porque cada vez que vengo
a este lugar me asombro ilusionado mirando al mar mientras el sol dobla sobre el mar.
Algunas veces la retina compone
la imagen copiándola de la realidad mirando el atardecer otras la paz, el rumor de las olas o el
profundo aroma a maresia que sube desde la orilla del mar dibuja puertas
adentro otra imagen propia e intima cuando el sol se pierde en el horizonte
ultramar.
Siempre hay algo que seduce mirando al mar,
viendo como el día dobla en despedida esa fina línea y se va. Cuando eso sucede
se conmueve el paisaje y como hoy el cielo y esas nubes tiran el telón opaco de
la noche te atrapan irresistiblemente
sin poder apartar la vista de la magia del atardecer. Poco a poco cuando el sol
se apaga parece que el cielo estalla para después ir poco a poco combinando el
color con el silencio, mientras las
luces se enciende como en un pesebre. Ya se siente el frescor de la noche es
algo mas a añadir a los sentir del rumor de mar y al aroma indefinido y misterioso de la arena mojada.
En ese momento todas las imágenes
ojos adentro se avientan como se avientan las espigas de un trigal haciendo volar los pétalos de las amapolas , fluyen
las sensaciones y los recuerdos y cuando los ojos no alcanzan ya más que a ver las
estrellas que van naciendo sobre el mar disfrutas de la sensación de haber
vivido otros momentos junto al mar.
Sant Pol de Mar, 27 de
noviembre de 2013
Esteban Mediterraneo.