Salvador Castellá Maso
1960-2015
C onocí a “Vadó”
desafortunadamente hace pocos meses. Me hubiera gustado conocerlo mucho antes
para aprender más un gran maestro, la sensación que me ha dejado en todos los
que aprendíamos a su lado es la de un vacio insoslayable, Salvador era un
pintor excelente, un hombre generoso y amigable capaz de crear un caos a su
alrededor y hacerte sentir cómodo en el, tal vez porque tenía en ese espacio
caótico la esencia de lo artístico y espiritual, sus espacios desordenados y
anárquicos a simple vista tenían el mismo orden que el universo, cada una de
las cosas que habían en su pequeña aula de clase tenia vida, algo así como un
ejecito de andróminas que el manejaba ordenadamente en sus clases, un pincel
podía ser un dedo, un trozo de cartón cualquiera un soporte para una obra de
arte, el color podía trasformase hasta hacer temblar la imagen.
Todo eso estaba allí y el sabia
poner orden porque te hacía sentir que el espacio era muy superior, un universo
donde la inspiración se posaba en cada en objeto de los que te rodeaban
modulado con su entrega una extraña sinfonía cuyo título era arte, desenfadado
con su apariencia descuidada y su sonrisa nos cuidaba y nos daba alas para
sentirnos felices interpretando el color . El siempre reservándose en su
humildad compartía los secretos de las
musas y el arte.
En ese vacío se va llenando a hora de recuerdos del hombre
que jugaba con los colores y las formas de la misma forma que juegan en la
feria esos magos que hacen nubes de azúcar para los niños de la nada o solo con
un palito y algo de azúcar, así era Salvador podía trabajar sus obras de la
misma forma y obtener resultados con los que nos sorprendía en sus clases de
pintura, un mago del color, un poeta un hombre que había conseguido la riqueza
de no necesitar las cosas en que otros menos humildes se reflejan.
Hoy le veo como a un loco
encantador y quiero dedicarle en su memoria mi poema, se que en el juicio final
el estará sentado en la izquierda junto a su trasteada motocicleta, ofreciendo
una sonrisa a los que vayan llegando.
EL JUICIO FINAL.
Que se pongan a mi izquierda los locos
toda clase de locos,
lo que lo sean por amor,
los locos perversos, los exagerados.
Los que arañan las espaldas de sus amadas
y bucean en sus entrañas,
Vengan a mi izquierda los locos
de atar, los que creen en la paz,
los humildes locos justicieros,
los locos por la música, los poetas.
Hacer cola a mi izquierda,
los locos místicos martines comidos por los leones
los que se hicieron locos por dar,
los que se hicieron locos por ver.
todos los locos que no cumplieron con los
mandamientos
los que antepusieron su locura a mi razón,
sentarse a mi izquierda.
...ooo...
Pasad los cuerdos a mi derecha.
Buscad a tientas una silla, ciegos,
buscarla a oscuras en las tinieblas
de la ignorancia de los placeres,
Pasar cuerdos sin historia, sin latidos
sin manos sin dedos, y sin sentidos
los que pasasteis sin huella por la vida.
Los perfectos, los sensatos,
los jueces de todo y todos,
los que condenasteis las emociones
y encarceláis a los locos
por sus terrenales pasiones.
Pasar a mi derecha amantes timoratos,
sensatos, equilibrados
los que firmasteis en la piel sin emoción
con la firma casi ilegible, tan solo
un garabato.
Pasad cuerdos, pasad, mirar
venid y buscar el premio del paraíso celestial
ya que por esperar perdisteis el paraíso
terrenal,
ver cuerdos limpios de perfumes y sal
que no es bueno esperar a la muerte
para volver a empezar.
Sant Pol de Mar, 15 de Junio 2015
Esteban Mediterraneo